Viento Ventisca derretida. Respira despavorida. Destruida la cortina, que cubría tormentas enfurecidas. La brisa es el estigma, adentrándose en mis ruinas derruidas. ¡Deslucidas! No vengo acá con mafia. Tengo y traigo pura magia. ¡Yo soy todas las granadas! ¡Yo soy las balas devorándose a Francia! Tirando los cortes al aire, con los dientes de mi espada. Nodachi, Wakizashi, Katana. Encerradas quedan las cuerdas de mi garganta, jamás seran cortadas. El viento nos abraza, pero nunca nos abriga. Tampoco nos besa, pero si nos acaricia. Entre brazos hechos en brasas, las cicatrices se desplazan. Igual que polvo flotando. Es un estorbo inmortal. Flagelando en espiral ¡Desquiciado y vendaval! No soy el mismo. El destino, mi atisbo. Yo siempre cambio. En sus arenas me extravio. Cambia mi historia. Su saliva savia congratulatoria. Uso varias máscaras. Tratas mis brazos como mantas. Erociono, me emociono como hojas en otoño. ¡En mi mantra! ¡Trata a mis ojos como más te plazca! La sonrisa es un ciclón, aprovecha cuanto puedas. No mejor que una traición, amarme quizás te duela. ¡Somos la muerte que duerme recostada sobre el viento! Incontables pensamientos, huracanes los que siento, me miento y te miento; nunca estaré exento. Arrepiento a cualquiera de las ventoleras que traigan en su corriente gentileza. Hipertensa y horrenda, la profundidad de mi verdad, mezclado, entreverado; entre tristeza. Soy el vigor de las espadas, valioso como dagas encantadas. Sagradas, mis pupilas, abatidas, decaídas. Soy Tifón, que observa las auras maldecidas. Confundidas. Soy los vientos de Eolo, sin gritelles haciendo tempestades inusuales, generando en mis ojos un montón de humedades. Mis nubes arrasando, en niebla tiembla mi lengua, mis tormentas llorando. A mis palabras no les importa lo que hago.