en la tristeza🥹
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•6 months ago
En una pequeña aldea, tristeza en su mirar, un niño solitario, sin ganas de jugar. Con ojos apagados, su alma en pesar, buscaba consuelo, en algún lugar. Entre sombras grises, su corazón lloró, un rincón oscuro, donde nadie lo abrazó. Sus risas se apagaron, como una luz que se va, y el eco de su pena llenó la quietud del lugar. Caminaba solo, por calles desiertas, sus lágrimas caían como gotas inciertas. En su mundo sombrío, un día conoció, a un anciano sabio que sabia escuchar. Con ternura en sus ojos, el anciano le habló, de esperanzas perdidas y sueños que se amontonaron. Le contó del sol que brilla tras la nube gris, y cómo la tristeza puede cambiar su matiz. El niño escuchó atento, sus ojos brillaron, un destello de esperanza en su interior se formó. El anciano le ofreció un lazo de amistad, un hilo de consuelo para su soledad. Juntos caminaron, compartiendo historias, el anciano y el niño, tejieron memorias. La aldea cobró color, el niño sonrió, la tristeza se disipó, como niebla que huyó. Y así, con el tiempo, el niño encontró, que la vida, aunque dura, también tiene color. Con amigos sinceros y risas compartidas, su tristeza quedó atrás, en sombras perdidas.
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En una pequeña aldea, tristeza en su mirar, un niño solitario, sin ganas de jugar. Con ojos apagados, su alma en pesar, buscaba consuelo, en algún lugar. Entre sombras grises, su corazón lloró, un rincón oscuro, donde nadie lo abrazó. Sus risas se apagaron, como una luz que se va, y el eco de su pena llenó la quietud del lugar. Caminaba solo, por calles desiertas, sus lágrimas caían como gotas inciertas. En su mundo sombrío, un día conoció, a un anciano sabio que sabia escuchar. Con ternura en sus ojos, el anciano le habló, de esperanzas perdidas y sueños que se amontonaron. Le contó del sol que brilla tras la nube gris, y cómo la tristeza puede cambiar su matiz. El niño escuchó atento, sus ojos brillaron, un destello de esperanza en su interior se formó. El anciano le ofreció un lazo de amistad, un hilo de consuelo para su soledad. Juntos caminaron, compartiendo historias, el anciano y el niño, tejieron memorias. La aldea cobró color, el niño sonrió, la tristeza se disipó, como niebla que huyó. Y así, con el tiempo, el niño encontró, que la vida, aunque dura, también tiene color. Con amigos sinceros y risas compartidas, su tristeza quedó atrás, en sombras perdidas.
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