Jose Francisco Amarillas
Jose Francisco Amarillas

jose y du carnal

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8 months ago

Qué te puedo ofrecer? –De un alma inquieta un suspiro de amor desesperado, mis pálidos laureles de poeta y mis sueños de mártir emigrado! Vengo a brindarte una esperanza tierna para pagarle a mi pasión tributo, y a pronunciar mi despedida eterna vistiendo el arpa con crespón de luto. Amargo adiós entre mis labios vaga, como rueda en el aire el eco incierto del gemido de un hombre que naufraga cuando corta el bajel ondas del puerto. ¡Ya no más te veré! –Ronco murmullo levanta mi conciencia, y yo indignado imponiendo cadenas a mi orgullo perdón te pido por haberte amado! ¡Perdón! ¡Perdón! –No pienses, inhumana, que mi tormento y mi dolor mitiga la promesa de hallar en ti una «hermana,» o el pensamiento de llamarte «amiga.» Olvida el loco afán y el entusiasmo con que tu imagen adoré de hinojos, y no pagues con risas de sarcasmo las gotas más acerbas de mis ojos. Olvida si es posible, las pasadas noches, en que al cruzar junto a tus rejas blanquearon mis cabellos las nevadas, y el viento se llevó mis tristes quejas!El mes era de março, salido el verano vínome ver una vieja, díxome luego de mano: «moço malo, moço malo, más val' enfermo que sano.» Yo trabé luego d'ella, et fablele en seso vano. Con su pesar la vieja díxome muchas veses: «arçipreste, más es el roído que las nueses.» Dixe yo: «¡diome el diablo estas viejas raheses, »desque an bebido el vino, disen mal de las feses!» de toda la laseria et de todo este cojijo fis' cantares caçurros de quanto mal me dixo; non fuyan d'ello las dueñas, nin los tengo por lijo, ca nunca los oyó dueña, que d'ellos mucho non rijo. A vos, dueñas señoras, por vuestra cortesía demando vos perdón, que sabed que non querría aver saña de vos: ca de pesar morría, consentid entre los sesos una tal bavoquía. Por me lo otorgar, señoras, escrebirvos he grand saçón de dicho e de fecho e de todo coraçón, non puede ser que non yerre omen en grand raçón, el oidor cortés tenga presto el perdón.y se Fuë en tiempo de borrascas, en una selva oscura bajo una vieja acacia, somnífera y hojosa; tus grandes ojos verdes sufrían la tortura quemante de los besos de mi boca golosa: Tus ojos, impregnados de miedo y de ternura, tus ojos, esmeraldas que me robó la fosa! Se ennegrecía el cielo; ¡cómo olvidar las horas que pasaron entonces, cuando en mis brazos presa, al morderte los labios —no másque me devoras!— decías, y agregabas: —me has hecho sangre!besa más pasito!— y sangraban como picadas moras tus labios, ¡ay!...Rubíes que me robó la huesa. Después, lloraste muchoLa borrasca rugía; de pronto vibró un trueno y —¿oyes cómo retumba la voz de Dios? —dijiste, y agregaste: —¡alma mía! es que el cielo indignado sobre mí se derrumba! ¡Perdón! ¡Perdón! —yo en tanto tus lágrimas bebía, tus lágrimas, diamantes que me robó la tumba!Mi boca fue a manera de un ático panal do acudieron los besos en lírico tropel, abejas amorosas que llenaron de miel mi espíritu sediento y mi carne mortal. Ha gravitado en mi alma, sincera y vertical, la voz inexorable y cóncava, de aquel de testa fascinante que al bíblico vergel arrancó la manzana con giros de espiral. Soy, Señor, de tus siervos, quien más ha delinquido: el no poder amar fue mi pena más honda, el no poder besar fue mi mayor tormento. Dame, de tus castigos, la acre copa redonda; y pues soy de tus siervos el que más te ha ofendido, yo te pido perdón.. ¡Pero no me arrepiento!

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Qué te puedo ofrecer? –De un alma inquieta un suspiro de amor desesperado, mis pálidos laureles de poeta y mis sueños de mártir emigrado! Vengo a brindarte una esperanza tierna para pagarle a mi pasión tributo, y a pronunciar mi despedida eterna vistiendo el arpa con crespón de luto. Amargo adiós entre mis labios vaga, como rueda en el aire el eco incierto del gemido de un hombre que naufraga cuando corta el bajel ondas del puerto. ¡Ya no más te veré! –Ronco murmullo levanta mi conciencia, y yo indignado imponiendo cadenas a mi orgullo perdón te pido por haberte amado! ¡Perdón! ¡Perdón! –No pienses, inhumana, que mi tormento y mi dolor mitiga la promesa de hallar en ti una «hermana,» o el pensamiento de llamarte «amiga.» Olvida el loco afán y el entusiasmo con que tu imagen adoré de hinojos, y no pagues con risas de sarcasmo las gotas más acerbas de mis ojos. Olvida si es posible, las pasadas noches, en que al cruzar junto a tus rejas blanquearon mis cabellos las nevadas, y el viento se llevó mis tristes quejas!El mes era de março, salido el verano vínome ver una vieja, díxome luego de mano: «moço malo, moço malo, más val' enfermo que sano.» Yo trabé luego d'ella, et fablele en seso vano. Con su pesar la vieja díxome muchas veses: «arçipreste, más es el roído que las nueses.» Dixe yo: «¡diome el diablo estas viejas raheses, »desque an bebido el vino, disen mal de las feses!» de toda la laseria et de todo este cojijo fis' cantares caçurros de quanto mal me dixo; non fuyan d'ello las dueñas, nin los tengo por lijo, ca nunca los oyó dueña, que d'ellos mucho non rijo. A vos, dueñas señoras, por vuestra cortesía demando vos perdón, que sabed que non querría aver saña de vos: ca de pesar morría, consentid entre los sesos una tal bavoquía. Por me lo otorgar, señoras, escrebirvos he grand saçón de dicho e de fecho e de todo coraçón, non puede ser que non yerre omen en grand raçón, el oidor cortés tenga presto el perdón.y se Fuë en tiempo de borrascas, en una selva oscura bajo una vieja acacia, somnífera y hojosa; tus grandes ojos verdes sufrían la tortura quemante de los besos de mi boca golosa: Tus ojos, impregnados de miedo y de ternura, tus ojos, esmeraldas que me robó la fosa! Se ennegrecía el cielo; ¡cómo olvidar las horas que pasaron entonces, cuando en mis brazos presa, al morderte los labios —no másque me devoras!— decías, y agregabas: —me has hecho sangre!besa más pasito!— y sangraban como picadas moras tus labios, ¡ay!...Rubíes que me robó la huesa. Después, lloraste muchoLa borrasca rugía; de pronto vibró un trueno y —¿oyes cómo retumba la voz de Dios? —dijiste, y agregaste: —¡alma mía! es que el cielo indignado sobre mí se derrumba! ¡Perdón! ¡Perdón! —yo en tanto tus lágrimas bebía, tus lágrimas, diamantes que me robó la tumba!Mi boca fue a manera de un ático panal do acudieron los besos en lírico tropel, abejas amorosas que llenaron de miel mi espíritu sediento y mi carne mortal. Ha gravitado en mi alma, sincera y vertical, la voz inexorable y cóncava, de aquel de testa fascinante que al bíblico vergel arrancó la manzana con giros de espiral. Soy, Señor, de tus siervos, quien más ha delinquido: el no poder amar fue mi pena más honda, el no poder besar fue mi mayor tormento. Dame, de tus castigos, la acre copa redonda; y pues soy de tus siervos el que más te ha ofendido, yo te pido perdón.. ¡Pero no me arrepiento!

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